Nueva política del agua de la Unión Europea

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Hace ahora quince años se anunció la promulgación de una Directiva europea que abordaría las cuestiones del agua de manera integral.

La Directiva 60/2000 o Directiva Marco del Agua como se conoce comúnmente estableció un antes y un después en la planificación y gestión del agua en Europa basada a partir de este momento en los principios de calidad y uso sostenible de un recurso natural de enorme importancia. En España y cumpliendo los preceptos de aquella directiva se están aprobando en estos momentos los nuevos planes de Demarcación Hidrográfica (antiguas Confederaciones Hidrográficas) ya elaborados bajo la nueva filosofía fijada en la Directiva del Agua.

Desde entonces han ocurrido una serie de hechos en materia hídrica que obligan a dar un paso más. Fruto de ello ha sido la elaboración de una Comunicación de la Comisión Europea al Parlamento, al Consejo, al Comité Económico y Social y al Comité de las Regiones que ha adquirido el formato de “Plan para salvaguardar los recursos hídricos de Europa”. La puesta en marcha de una Directiva de inundaciones en 2007 y los efectos del cambio climático en la cantidad de recursos que puedan existir en el territorio europeo dentro de unas décadas han sido determinantes para establecer este nuevo Plan con criterios renovados a aplicar en la gestión del agua en Europa.

Preocupa ahora la cantidad de recursos de agua que pueda disponer el territorio europeo para el funcionamiento de sus actividades económicas y de sus áreas urbanas y la necesidad de adaptarse a un incremento previsto en los extremos pluviométricos (inundaciones y sequías). Si hace unos años era fundamental establecer un sistema de depuración de recursos de agua para devolverlos en el mejor estado posible a ríos, lagos o  áreas costeras, ahora se considera  necesaria la reutilización de esas aguas para usos agrícolas, industriales y urbanos.  Esta era una de las carencias de la Directiva 91/271 de depuración de aguas residuales urbanas, que nunca contempló el posible uso que podían tener las aguas tratadas por las depuradoras con la importancia estratégica que este recurso reviste para áreas con escasez de agua del sur de Europa.

Para la gestión de inundaciones, se aboga por el cumplimiento de la mencionada Directiva de inundaciones de 2007 que establece la obligación de elaborar una cartografía europea de riesgo de inundación y la redacción de planes de gestión de este riesgo mediante ordenación del territorio. La clave aquí será que estas determinaciones se incorporen a la legislación del suelo y de ordenación del territorio de los países miembros y que realmente se prohíba la construcción de espacios urbanizados en áreas con riesgo de inundación. Si no, de poco servirá tener una cartografía moderna y actualizada de inundación. Aquí el protagonismo lo tiene la escala local y su poder respecto a la planificación urbanística. De ahí que sea necesario establecer controles en las escalas regional o nacional, según los países, para evitar los excesos que se han vivido en muchos países europeos, y entre ellos especialmente en España, en la transformación del espacio urbanizado, ocupando a veces áreas de riesgo.

Y el peligro climático que más va a preocupar en Europa durante los próximos años es la sequía, que hasta ahora no había merecido gran atención por parte de los organismos de decisión de la Unión. Los modelos de cambio climático de escala europea (PESETA, ESPON-Climate) o internacional (IPCC) están señalando un incremento en el desarrollo de secuencias de sequía en Europa, especialmente en las regiones ribereñas del Mediterráneo, de aquí a finales de siglo. Y ello puede condicionar el desarrollo futuro de Europa. De ahí que sea necesaria la elaboración de una Directiva de gestión de sequías que aborde este riesgo de forma integral: delimitación de áreas de riesgo, planes de sequía (establecimiento de niveles de gasto máximo para diferentes escenarios pluviométricos); medidas de ordenación territorial (establecimientos de umbrales de capacidad de carga del territorio, apuesta por tipologías de vivienda menos consumidoras de agua, etc.) y de ahorro en espacios agrícolas (riesgos localizados) y urbanos (penalización de fugas en red; implantación obligatoria de ahorradores de agua en grifería e inodoros, etc.). Para el ámbito agrícola, la planificación con escala de demarcación hidrográfica es correcta. Para el ámbito urbano, debería adoptarse la escala de “unidad territorial de gasto de agua” (espacio afectado por un mismo sistema de abastecimiento de agua o unas mismas fuentes de abastecimiento de agua) para conseguir una mayor eficacia en la gestión del agua potable.

Son ideas y planteamientos que tendrán que ir incorporándose en la planificación de los recursos de agua en el ámbito europeo si se quiere, realmente, salvaguardar sus recursos hídricos desde posturas de sostenibilidad ambiental y territorial.

Jorge Olcina

Catedrático de Análisis Geográfico Regional

Universidad de Alicante