Movilidad (in)sostenible en el medio rural

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El modelo de movilidad actual, basado fundamentalmente en el uso del vehículo privado y en los combustibles fósiles, está generando graves problemas ambientales, sociales y económicos


Algunos de estos problemas se hacen muy evidentes en las ciudades, donde los atascos, la contaminación, la falta de aparcamientos o el ruido hacen que muchos espacios públicos sean invivibles, empeorando la calidad de vida de millones de personas. El estrés, las enfermedades respiratorias o, sin ir más lejos, el mal humor, son también problemas derivados de una mala planificación de la movilidad urbana.

Frente a este panorama de humo, coches, atascos y malas caras, podemos tener la tentación de pensar que las zonas rurales están a salvo de los problemas asociados a la movilidad insostenible. Pensamos en los pueblos e imaginamos aire limpio, calles tranquilas, gente caminando o en bicicleta, niños y niñas jugando, silencio… En definitiva, un paisaje humano y natural muy diferente a la jungla de asfalto que representan las ciudades. Lamentablemente, cada día estamos más lejos de esa imagen ideal. Quienes vivimos y trabajamos en el medio rural sabemos que, a pesar de lo que pueda parecer, la movilidad es uno de los principales problemas a resolver en nuestros pueblos (1).

Al contrario de lo que sucede en las ciudades, donde además de coches también existe una importante red de transporte público, el medio rural cuenta con un servicio de transporte público muy escaso. En primer lugar, las líneas de autobús (y en el mejor de los casos, tren) están diseñadas siguiendo un modelo radial cuyo centro es la ciudad. De esta manera, a la población rural se nos permite ir a la ciudad y volver, y si tenemos suerte, podremos conectar nuestro pueblo con otro que “pilla de camino” para ir a la ciudad. Ir al pueblo de al lado es, en muchos casos, imposible en transporte público.

En segundo lugar la frecuencia de paso de los autobuses, que ya era bastante escasa, no ha hecho más que reducirse en los últimos años (2). Mientras tanto, las tarifas del transporte público, curiosamente, no han dejado de subir (3). Los servicios nocturnos y de fin de semana han sido los más afectados por unas medidas de ajuste que parecen buscar que cada vez más gente, tenga la obligación de usar un coche.

Ante la ausencia de un sistema público de transporte que responda a las necesidades de la personas que vivimos en el medio rural, se impone el uso del automóvil. Sin transporte público, la dependencia del automóvil crece y esto limita la movilidad y excluye a un gran número de personas, pertenecientes a colectivos que no tienen acceso o no quieren tener vehículo propio.

Muchos/as jóvenes, por ejemplo, dependen de sus familiares para desplazarse a ver a sus amistades o a disfrutar de su ocio. Chicos y chicas de hasta 18 años tienen que contar con alguien que les lleve y les traiga, lo que suponde una falta total de autonomía a una edad en la que la mayor parte de la juventud en zonas urbanas, ya se mueve sin necesidad de “acompañamiento”. Madres y padres se cargan con la tarea de ir a llevar y recoger a sus hijas e hijos porque no hay un servicio de transporte que lo haga. En cuanto cumple 18 años, la juventud en zonas rurales se lanza de cabeza y sin pensárselo dos veces, a sacarse el carnet de conducir. Así, en las zonas rurales estamos criando a generaciones enteras de personas absolutamente dependientes de un modo de transporte peligroso, insolidario, injusto, económicamente inviable y ambientalmente insostenible.

El colectivo de personas mayores es otro que “padece” los efectos de un modelo de movilidad excluyente. No podemos olvidar que nuestros mayores representan un porcentaje muy significativo de la población en los pueblos. Sin embargo, las políticas de movilidad apenas piensan en sus necesidades. Estas personas necesitan realizar desplazamientos cortos, a localidades cercanas, para hacer gestiones, comprar, ir al médico, visitar familiares, etc. Otra característica es que a menudo, se desplazan en horarios fuera de las “horas punta”. Dado que el sistema de transporte público está pensado, fundamentalmente, para ir y volver del trabajo a la ciudad, los horarios y trayectos no suelen estar adaptados a las necesidades de un colectivo como éste. Muchas personas mayores no tienen coche o ya no pueden conducir, por lo que con frecuencia, su única solución para desplazarse es depender de familiares o vecinos/as que les lleven. Por suerte, las personas mayores aún conservan y mantienen en los pueblos lazos y vínculos comunitarios de confianza y solidaridad cotidiana, que permiten dar y recibir ayuda, poniendo en práctica aquello de “hoy por tí y mañana por mí”.

Al igual que jóvenes y mayores, otros colectivos sin coche o con hábitos de movilidad particulares se enfrentan en el medio rural a las dificultades de la movilidad. Aunque las desigualdades de género se notan cada vez menos en generaciones jóvenes, muchas mujeres de edades medias no tienen carné de conducir o no disponen de vehículo propio. Podrían usar el transporte público (y lo hacen), pero las actividades que realizan muchas de ellas, no se ajustan a los modelos lineales de transporte, que como decíamos antes, están pensados para ir y volver de la ciudad.

¿Y qué pasa con todas las personas que no pueden permitirse tener un coche o pagar la gasolina? La tendencia actual de empobrecimiento de la población, unida a la subida imparable del precio de los combustibles fósiles, hace presagiar un futuro en el que muchas personas dejaremos de poder usar nuestros vehículos motorizados. ¿Qué haremos en el medio rural si no hemos conseguido promover y fortalecer otros modos de desplazarnos?

Bienvenido/a al mundo rural… en el que sin tu coche, no eres nada

Hoy en día, en las áreas rurales, se usa el coche para ir a trabajar, para ir de un pueblo a otro, para ir al colegio, para comprar en grandes superficies… y ya que estamos, para cualquier cosa. Como efectivamente, la población rural es pequeña, aún no existe en nuestras carreteras y pueblos el colapso circulatorio de las ciudades. Si tienes coche y puedes permitírtelo, usarlo no tiene, a primera vista, prácticamente ninguna desventaja. Además, dado que la publicidad y las instituciones nos animan a ello, el uso del coche en los pueblos se dispara. Ir en coche a por el pan, o dejar el coche en la puerta del bar, o de la iglesia… es una práctica habitual en nuestros pueblos. ¿Caminar 5 minutos? ¿Para qué? ¡Si puedo tardar 1 minuto yendo en coche!

Esta tendencia de coger el coche para todo, está generando en algunos pueblos serios problemas. Y a medida que aumenta la población, los problemas se agravan. Cada vez más coches (y coches cada vez más grandes, ahora que se han “popularizado” los todoterrenos y los monovolúmenes) ocupan los espacios públicos. Las plazas, donde antes podíamos jugar, se han convertido en aparcamientos; las puertas de los colegios son lugares peligrosos donde todo el mundo tiene prisa y aparca mal; las aceras, están impracticables porque los conductores aparcan sobre ellas; las calles, que suelen ser muy estrechas, empiezan a congestionarse. Las y los peatones deben caminar por la calle sorteando todo tipo de obstáculos y dejando pasar a gente, que sentada en los tronos de sus coches, tiene que conducir a una velocidad absolutamente ridícula para poder circular por callejuelas empedradas de un solo sentido.

El progreso es la carretera que te lleva a ver lo que la carretera destruyó

Esta ingeniosa frase, se leía hasta hace unos años en una acertada pintada en una carretera (en obras) de la Sierra de Madrid. La carretera se convertió en autovía y la pintada desapareció.

Como cada vez hay más coches, necesitamos más carreteras. Si ya las tenemos, entonces hay que desdoblarlas. Y si ya tienen varios carriles, entonces se construyen autovías y autopistas… y continúa así una espiral desarrollista que no sólo no mejora los problemas de movilidad de la población rural, si no que destruye y fragmenta el valioso territorio que nos define y al cual debemos nuestra subsistencia y nuestra identidad.

Las circunstancias actuales pueden hacer que reproduzcamos en nuestros pueblos los mismos errores que se han cometido en las ciudades, o por el contrario, pueden abrir paso a un nuevo modelo de movilidad rural más humano, justo y sostenible. Tener poca población es una ventaja a la hora de iniciar cambios, lo que nos puede permitir reaccionar a tiempo. Ya son muchos los municipios que empiezan a apostar por planes de movilidad sostenibles, en los que pierde peso el transporte motorizado para potenciar los desplazamientos a pie o en bici. Ya existen iniciativas que buscan recuperar espacios para las personas, o que apoyan prácticas como compartir coche o hacer autoestop4. Plataformas ciudadanas (¿o deberían llamarse rural-anas?) se organizan para defender los servicios de transporte público de sus pueblos y comarcas.

El medio rural se merece otro futuro y cambiar la movilidad puede ser una de las claves para conseguirlo. Si lo hacemos, quizás dentro de un tiempo la imagen bucólica de nuestros pueblos con aire limpio, calles tranquilas, gente caminando o en bicicleta, niños y niñas jugando… sea una realidad.

Amaya Castillo García

Terrativa S. Coop. Mad.

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Escucha la entrevista en el programa Hoy por Hoy de Cadena SER Madrid Norte / Madrid Sur relacionada con este artículo.

[1] Este  artículo está escrito desde la experiencia de personas que vivimos y trabajamos en varios pueblos de la Sierra de Guadarrama, en la Comunidad de Madrid. El análisis que hacemos puede tener un sesgo territorial, pero humildemente pensamos que muchas de las peculiaridades que observamos desde este territorio, se están reproduciendo en otras muchas áreas rurales del país. Agradeceremos por tanto cualquier comentario o apreciación que nos hagáis. Podéis contactarnos escribiendo a info@terrativa.net.

[2] http://www.sierramadrid.es/noticias/10637/La-Sierra-se-moviliza-contra-los-recortes-en-transporte-p%FAblico/

[3] Para ser exactos, en la Comunidad de Madrid se registraron 12 subidas seguidas desde 2004 a 2013. En 2014 no se aplicaron subidas. http://www.20minutos.es/noticia/2000900/0/madrid-congela-tarifas/metro-autobus/2014/

[4] El proyecto Move On Green, cofinanciado por el programa FEDER y el programa INTERREG IVC publicó un catálogo de buenas prácticas en movilidad en el medio rural europeo. Disponible en esta dirección: http://www.euromontana.org/wp-content/uploads/2014/07/coleccion_buenas_practicas_spanish.pdf

El Mundo Ecológico