Una investigación encubierta de ARDE documenta violencia sistemática y maltrato animal contra 270.000 aves en una explotación portuguesa. Esta granja ha recibido 1,8 millones de euros en fondos europeos.
La Asociación Española de Protección Animal ARDE ha presentado una denuncia formal contra Quinta da Marinha. Es la mayor granja de patos de Europa, ubicada en Benavente, Portugal, a escasos 40 kilómetros de Lisboa.
La explotación está compuesta por 38 naves que albergan 270.000 patos. Ahora ha sido objeto de una denuncia penal ante las autoridades portuguesas por presuntos delitos de maltrato y abandono animal. También además de infracciones a la legislación europea.

Las imágenes obtenidas mediante una investigación encubierta realizada en julio de este año muestran escenas de violencia extrema contra los animales y condiciones que vulneran múltiples normativas europeas de bienestar animal.
Violencia sistemática y métodos de sacrificio ilegales
Las grabaciones obtenidas con cámara oculta documentan prácticas que, según la veterinaria colegiada Silvia Gimeno, constituyen «maltrato intencionado por parte del personal y métodos de sacrificio ilegales e inhumanos«. En las imágenes se observa a operarios propinando patadas a los patos, lanzándolos por los aires y golpeándolos repetidamente contra paredes hasta dejarlos inconscientes o muertos.
Durante las operaciones de carga, los trabajadores arrojan a las aves a un camión. Ahí son introducidas bruscamente en cajas, aplastando sus alas en el proceso. Varios animales quedan tendidos en el suelo, algunos convulsionando tras los golpes recibidos.
«La violencia hacia los animales es brutal. Hemos documentado cómo tratan a los animales como basura«, afirma Julia Elizalde, portavoz de ARDE. La investigación también reveló patos con traumatismos aún vivos en los contenedores de residuos de la granja. En dichos contenedores se encuentran mezclados con cadáveres en avanzado estado de descomposición, moscas y larvas.
Condiciones insalubres y falta de atención veterinaria
Más allá de la violencia directa, las imágenes muestran un entorno profundamente insalubre. Los patos conviven con cadáveres en descomposición, grandes acumulaciones de excrementos y barro que les cubre el plumaje. La investigación documentó animales agonizando sin recibir atención veterinaria alguna, así como ejemplares con problemas locomotores graves como el «splay leg» o síndrome de las patas abiertas, heridas abiertas y síntomas de picaje.
Particularmente inquietante resulta el trato dado a los patos recién nacidos. Centenares de polluelos de escasas horas de vida son depositados unos sobre otros en bidones, donde quedan atrapados entre cáscaras de huevo y cadáveres de otros patos, piando sin cesar.
La importancia de acabar con el maltrato animal en la producción ganadera
Este caso pone de manifiesto una cuestión fundamental en la industria alimentaria moderna: el bienestar animal no es solo una obligación ética, sino también legal. La Unión Europea cuenta con un marco regulatorio específico que establece estándares mínimos para el trato de animales de granja.
La Directiva 98/58/CE establece las normas mínimas para la protección de animales en las explotaciones ganaderas. Por otro lado, el Reglamento 1099/2009 regula específicamente los métodos de sacrificio, prohibiendo expresamente cualquier práctica que cause sufrimiento innecesario. El Reglamento 1/2005 sobre transporte de animales y el Reglamento 1069/2009 sobre gestión de cadáveres completan un marco jurídico que, según ARDE, ha sido sistemáticamente vulnerado en esta explotación.
«El bienestar animal es un indicador de la salud de nuestro sistema alimentario«, explica Elizalde. «Cuando una granja opera bajo estas condiciones, no solo se vulneran los derechos de los animales, sino también la seguridad alimentaria y la salud pública. Un entorno insalubre con cadáveres en descomposición y falta de higiene representa un riesgo sanitario significativo«.
Fondos europeos para una granja denunciada por maltrato animal
La controversia se agrava al conocerse que Quinta da Marinha ha sido beneficiaria de 1,8 millones de euros en ayudas de la Política Agraria Común (PAC) entre 2016 y 2022. Estos fondos, destinados a apoyar la agricultura y ganadería europeas, deberían estar condicionados al cumplimiento de estándares de bienestar animal.
ARDE exige el cierre inmediato de las instalaciones y la exclusión de esta empresa para optar a futuras ayudas europeas. «No puede ser que el dinero de los contribuyentes europeos financie granjas que operan al margen de la ley y someten a los animales a un sufrimiento innecesario«, sentencia Elizalde.
El destino de esta carne: supermercados y restaurantes asiáticos en España
La carne de pato producida en esta granja se comercializa principalmente en supermercados y distribuidores asiáticos establecidos en España, que posteriormente abastecen a restaurantes especializados. Los productos incluyen cabezas, patas y patos completos. Además, la granja comercializa plumas de pato para la industria textil, utilizadas en la fabricación de chaquetas y colchas.
La denuncia plantea interrogantes sobre la responsabilidad de la cadena de suministro y la necesidad de que distribuidores y supermercados implementen controles más rigurosos sobre sus proveedores.
Un problema sistémico, no un caso aislado
Desde ARDE advierten que los hechos documentados en Quinta da Marinha no constituyen un incidente excepcional. «La violencia en la industria ganadera es sistemática, porque se trata a los animales como máquinas en una fábrica, no como los seres sintientes que son«, afirma Elizalde.
La organización demanda acciones urgentes tanto del Gobierno portugués como de los supermercados que comercializan estos productos: «Necesitamos poner fin a las granjas de los horrores. El bienestar animal no puede seguir siendo una cuestión secundaria en la producción de alimentos».
Este caso vuelve a poner sobre la mesa el debate sobre la necesidad de reforzar los mecanismos de inspección y control en las explotaciones ganaderas europeas. También la importancia de garantizar que los estándares de bienestar animal no sean solo declaraciones de principios, sino prácticas verificables y exigibles en cada eslabón de la cadena de producción alimentaria.