Madrid y Barcelona ciudades con mayor número de muertes prematuras por la contaminación

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Madrid calidad aire

En España unas 45.000 personas fallecen prematuramente por el impacto provocado en sus organismos por las partículas finas de los combustibles fósiles

Greenpeace, con la colaboración de la unidad científica que la organización ecologista tiene en la Universidad de Exeter (Reino Unido), ha obtenido de forma exclusiva los datos necesarios para dibujar el mapa de las muertes prematuras en España atribuibles a las partículas PM2,5 derivadas exclusivamente de la quema de carbón, petróleo y gas.

En España unas 45.000 personas fallecen prematuramente por el impacto provocado en sus organismos por las partículas finas de los combustibles fósiles, un 10% del total de muertes. En todo el mundo la cifra asciende a casi nueve millones de personas, el doble de lo estimado por la comunidad científica hasta la fecha.

A primeros de año, un equipo científico formado por especialistas de las universidades de Harvard, Birmingham y el London College publicaron los resultados de un estudio con una innovadora tecnología que les permitió realizar un mapa a escala global de las muertes prematuras causadas por las partículas finas PM2,5 procedentes de la quema de combustibles fósiles.

La contaminación del aire afecta más a nuestra salud de lo que sabíamos

“Calculamos que alrededor del 30% de las muertes prematuras producidas cada año en España debido a las partículas finas procedentes de la quema de combustibles fósiles ocurren en las áreas metropolitanas de Madrid y Barcelona”, ha afirmado Karn Vohra, uno de los autores del estudio de la Universidad de Birmingham.

“Imaginábamos que obtendríamos estimaciones más altas que los estudios anteriores, pero nos sorprendió que fueran el doble de las que obtuvimos anteriormente, lo que nos permitió constatar que la contaminación del aire es peor para nuestra salud de lo que sabíamos”, ha añadido por su parte la doctora Eloise Marais, profesora asociada de Geografía Física de la Universidad de Birmingham que también ha participado en el estudio.

El estudio, que tiene por título “Global mortality from outdoor fine particle pollution generated by fossil fuel combustion”, ha usado con éxito una herramienta de modelización de química atmosférica, denominada GEOS-Chem que permite diferenciar las partículas finas procedentes de causas naturales como el polvo del desierto o las provocadas por la quema de combustibles.

La crisis climática conlleva una crisis para la salud

“El indicador de Salud no se ha tenido en cuenta hasta ahora en los planteamientos urbanísticos y vemos cómo, por ejemplo, algunos de los puntos con mayor concentración de contaminación son precisamente los lugares donde se encuentra la población más vulnerable, como en los colegios”, ha recordado por su parte Aitana Lertxundi, doctora en Medicina preventiva y salud pública de Universidad del País Vasco e investigadora del proyecto INMA.

“La crisis climática conlleva una crisis para la salud humana acompañada de una alta mortalidad. Es el caso de Madrid y Barcelona, que son el epicentro de los fallecimientos prematuros por la contaminación de partículas que genera la quema de combustibles fósiles”, ha comentado por su parte Sara del Río, química y experta en contaminación de Greenpeace.

“Es urgente cambiar el modelo de producción y transporte eliminando de raíz el uso de todos los combustibles fósiles y optando por alternativas renovables”, añade.

Ningún combustible fósil es beneficioso para el clima y la salud

Tras analizar los datos del estudio, Aidan Farrow, investigador de Greenpeace en la Universidad de Exeter, recuerda que no hay ningún combustible fósil que sea beneficioso para el clima y la salud.

“A veces se considera que utilizar gas fósil, el llamado gas natural, es mejor que quemar carbón o petróleo, pero el impacto del gas es también considerable, tanto para el clima como para la salud y el medioambiente, ya que se trata principalmente de metano y tanto las fugas como las reacciones químicas en la atmósfera lo convierten en un combustible con un elevado impacto”, ha concluido Farrow.

El Mundo Ecológico / Greenpeace