Y la belleza se hizo eco

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Itziar Salcedo. La ola verde es imparable, la venta de cosmética con apellidos como “bio”, “eco”, sostenible, natural…  se ha multiplicado por 10 en los últimos 3 años. ¿A qué criterios responde este fenómeno?

“Es un hecho constatado, la cosmética “eco” supone un valor añadido para el consumidor. Y los datos lo demuestran: los laboratorios que han orientado sus fórmulas en este sentido crecen entre un 20 y un 45% al año”, afirma Marcela Valoroso directora de marketing de los laboratorios Armonía. Las estadísticas, frías y numéricas no engañan. Según Organic Monitor, un organismo de consultoría especializado en productos naturales y ecológicos que mide la evolución de los mercados, mientras que el de la belleza en general medra una media del 5% al año, el de la cosmética bio lo hace en un 20%.

¿Una simple moda? ¿Un mercado emergente y fuerte? Las dudas flotan en el aire de esta crisis, pero los expertos no se amilanan y apuestan por lo verde. “La cosmética bio no es una moda, es el futuro”, alega Evelyn Celma, fundadora y gerente de la firma Matarrania que lleva un lustro elaborando fórmulas donde el aceite de oliva de primera presión y los ingredientes naturales que dan los campos turolenses donde se ubica son los protagonistas. “Esta tendencia, corrobora la experta en marketing, responde a un fenómeno de fondo que no pasa solo por la cosmética, sino también por la alimentación y la calidad de vida”. Más allá de las tendencias, implica una manera de vivir más natural, una preocupación real por el medio ambiente y un rechazo de la epidermis a la “química” que en la mayoría de los casos viene precedida por picores, escozores, granitos que en algunas ocasiones produce la cosmética activa convencional.

Se estima que una persona
de unos 60kg. está expuesta
a ingerir alrededor de 76mg/día
de parabenos devenidos de
cosméticos, medicamentos
y alimentos

Sean cual sean las motivaciones, lo cierto es que cada vez proliferan más las marcas que tiran de “lo natural” como reclamo. ¿Pero es bio todo lo que reluce? No. “Definitivamente, solo es bio lo que está etiquetado como ecológico y llevan en su packaging alguno de los principales sellos de certificación ecológica”, alega Evelyn Celma. En este punto hay que felicitarse porque hasta ahora este tipo de certificados no tenían un cariz universal y cada país tenía sus propias reglas y denominaciones (en Alemania, la BDIH; en Francia, Ecocert; en Gran Bretaña, Soil Association… por poner algunos ejemplos).

2012 será el año en que, tras meses de deliberaciones de expertos en la materia, se elaboren unos criterios bio que prevalezcan en todo el planeta y se unan en un estándar denominado COSMOS. De ahora en adelante, para no llamarse a engaños habrá que buscar su logo en aquella cosmética que presuma de ecológica, que por cierto, no es sinónimo de natural. ¿Dónde está la diferencia? Simplemente en el porcentaje de ingredientes naturales que lleve la fórmula y de dónde provengan dichos activos. “Son muchos los cosméticos convencionales que utilizan componentes de origen natural, (aloe vera, rosa mosqueta, avena, aceite de argán,…), pero se les añaden ingredientes químicos o de síntesis, y ahí es donde se disuelve su aspiración de producto natural y ecológico”, aclara Evelyn Celma. Por esa razón es bueno, cuando no se está seguro de lo que a uno le están venciendo, “fijarse en la lista de ingredientes, que no es lo mismo que la enumeración de los principios activos, comenta. Hay que echar un vistazo a la lista INCI, el primero de ésta es el ingrediente que se encuentra en mayor proporción, el último, el que menos. Además, debe especificarse el porcentaje de ingredientes de origen natural, y de éste, el tanto por ciento de los que sean, además, ecológicos”. Todo un galimatías que el sello COSMOS intenta desenmarañar para que lo bio sea bio y lo natural simplemente natural.

SIN, SIN, SIN…

Es la preposición más it del momento, en asociación con el adjetivo parabenos, se han convertido en la pareja más vista en los envases cosméticos. Ahora todo es sin parabenos, una familia de conservantes de nombres impronunciables que se incluyen en las fórmulas para preservarlas de los hongos, las levaduras y las bacterias y que han caído en desgracia. ¿Con razón? Ante la proliferación de informaciones sobre sus maldades, algunos dermatólogos han salido al paso para poner a estas sustancias, a las que les han caído sambenitos como que disminuyen la cantidad de esperma en el hombre, en el lugar que les corresponde. Según Luis Conde-Salazar, Jefe de dermatología Laboral de la Escuela Nacional de Medicina del Trabajo y miembro de la AEDV (Academia Española de Dermatoloogía y Venerología), “a pesar de que son utilizados como conservantes en multitud de productos, son muy raros los caso de sensibilización a ellos; solamente en pieles sometidas a una aplicación repetida de múltiples alérgenos tendrían un umbral lo suficientemente bajo como para provocar una reacción positiva.”. Lo que puede resultar peligroso es sustituirlos por otros activos, de nombre desconocido por el común de los consumidores, cuyos potenciales sean más agresivos. Pero eso es otra historia.

Itziar Salcedo

@SalcedoItziar