Maldita cafetera

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Sí, la mañana no podía empezar peor… El rito matinal se truncó hace dos años cuando mi flamante cafetera exprés -nada de cápsulas por favor-, regalo de cumpleaños, empezó a echar “aguachirle”. Ocho meses después de mi 42 cumpleaños la Fagor dijo no. Bueno –pensé- suerte que está en garantía.

No imaginé entonces lo que suponía aquella avería, como descubrimiento de cómo las buenas prácticas en diseño, materiales y ambientales, pueden estar completamente ausentes en un producto y una marca.

Intentaré ser breve en la explicación. Una pieza, de plástico, que realiza la función de embolo y que debe soportar los bares de presión y los más de 100 grados se partió dentro. Tres meses después de dejarla a reparar mi sorpresa fue el recibir una cafetera completamente nueva. ¡Genial! El servicio es inmejorable.

Inesperadamente, seis meses después, la ineludible ceremonia del café matutino volvió a verse interrumpida por la misma avería. Vuelta al servicio técnico con la fotocopia de la garantía y el resguardo de aquella primera visita. Esta vez dos meses de espera. Al recogerla, tenía una nueva cafetera esperándome. Mi alegría ya era menor, así como mi satisfacción. El técnico me explica: “Es que antes esa pieza era metálica y, claro, aguantaba”.

Pasado un año vi cómo mi primer café del día se vio interrumpido por… ¡la rotura de la misma pieza! Confieso que ya no volví al correspondiente SAT. Me vi en un tris de escribir a la marca para explicarles que tres cafeteras nuevas (en casi más de dos años) por la rotura de una pequeña pieza que no representa, creo, ni el 2% del total del aparato era evidentemente una situación anómala. Me rendí por perezoso, por no tener que pensar en explicarlo ni, lo confieso, por ver una cafetera nueva en nuestra encimera.

En una reunión me comentaron la experiencia de una instaladora de surtidores de gasolina. La empresa recibió de un país asiático unas muestras de manguera idénticas, incluso en el embalaje, a las que solían comprar en Alemania. Hicieron sus pertinentes test y las piezas no superaron la prueba. Un año después recibieron las mismas mangueras desde el otro lado del planeta. Su vida útil era menor que sus “homólogas” alemanas. Pero en cuanto entró en juego el inevitable coste económico se llegó a la conclusión de que era más barato (contablemente hablando) comprar en Asia que en Alemania aun a pesar de que la vida útil de las piezas germanas era claramente mejor. Obviamente, este cálculo no tenía en cuenta otros factores muy evidentes de coste ambiental, agotamiento de los recursos, CO2 en el transporte…

Ahora disfrutaré de la cafetera, rota, pero que funciona haciendo un apaño de mi propia cosecha… Con menos presión, pero sale decente. El Planeta me lo agradecerá algún día.

Antonio Quilis Sanz

Director El Mundo Ecológico