Temporales de invierno y cambio climático

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No cesan los temporales en el Cantábrico. Y aún les quedan algunos a lo largo del mes de febrero.

Viento, lluvia y fuertes oleajes han causado graves daños en las costas del norte de España, y lo peor, se ha llevado por delante la vida de varias personas que, con enorme imprudencia, habían querido ver el espectáculo de un mar muy bravío que se los tragó sin piedad alguna. Parece que no aprendemos. Y no será por falta de avisos y alertas que han ocupado titulares y primeras portadas en los medios de comunicación. No asumimos el peligro que conlleva enfrentarse a una naturaleza en ocasiones extrema.

Hay inviernos ibéricos que resultan de este tipo, con borrascas constantes, viento, oleajes y lluvia en el norte peninsular. La causa es el desarrollo de una fase negativa de la Oscilación del Ártico, un indicador que mide la diferencia de presión atmosférica entre el polo Norte y las latitudes de 35-45º norte. Este invierno las bajas presiones que hay en latitudes árticas están un poco debilitadas y por eso el valor del índice está siendo negativo. En estas condiciones, la masa de aire que hay sobre el polo Norte se desborda hacia el sur con una frecuencia mayor de lo normal. Se activa lo que se llama el “vórtice polar”, una corriente de vientos a gran velocidad que normalmente circula alrededor del polo Norte, pero que en condiciones de fase negativa se desplaza hacia el sur. El resultado son “temporales” de frío, viento y nieve en Estados Unidos y en Siberia –aunque en esta última región están más acostumbrados-  y borrascas fuertes, que a veces derivan en ciclogénesis explosivas, que se forman en el Atlántico norte y que barren toda Europa occidental. Este panorama meteorológico es el que estamos padeciendo desde hace semanas en nuestro país. El “tren de las borrascas” del Atlántico se ha activado y no para de enviarnos estas bajas presiones tan intensas que tanto destrozo están causando en las costas del Cantábrico.

Y esto tiene relación con el cambio climático. Hasta 1990 la oscilación del Ártico permanecía, básicamente, en fase positiva. El polo Norte estaba muy frío. A partir de esta fecha, este indicador durante los inviernos suele estar en fase negativa. El polo Norte no está tan frío. Puede ser una de las explicaciones de la pérdida de masa helada en el Ártico.

Volviendo a nuestro país y como dato curioso, frente a la lluvia, viento y oleaje bravío del norte peninsular, las regiones del este y sureste ibérico registran sequía y temperaturas poco frías para ser invierno. Son los contrastes de nuestro territorio, donde la geografía condiciona y matiza los climas. Si estas condiciones atmosféricas se mantienen en los próximos meses, no resultará extraño escuchar voces alertando de la sequía importante que se estará viviendo en la mitad oriental de España. Qué paradoja, cuando el agua, de mar y de lluvia, está siendo protagonista de tantos titulares estas semanas.

Jorge Olcina

Catedrático de Análisis Geográfico Regional

Universidad de Alicante