Adaptándose al cambio climático

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Recta final para la elaboración del 5º informe del IPCC (Panel Intergubernamental del Cambio Climático).

A final de este año debe estar elaborado este documento, que va a resultar fundamental para la planificación económica y territorial de nuestro planeta durante las próximas décadas. La reducción de los efectos ante el calentamiento planetario pasa por una adaptación, progresiva pero constante, de nuestras formas de producción económica y de las maneras de ocupar el territorio, especialmente en aquellas áreas geográficas más sensibles a los cambios ambientales (islas, espacios litorales, riberas fluviales). Eso si queremos hacer las cosas bien. Porque la reticencia a cambiar de modos de producción y consumo energético basados en los combustibles fósiles, de formas de consumo abusivo y de maneras depredadoras de ocupar el territorio va a ser, como ya lo hemos visto en las dos últimas décadas, muy fuerte. Es cierto que se va creando una conciencia ciudadana a favor del desarrollo sostenible, de la necesidad de contar con la naturaleza en nuestra estancia sobre la superficie terrestre. Pero aún son acciones contadas. La economía globalizada pretende borrar todo síntoma de respeto al medio ambiente; pretende acabar hasta con nosotros.

Por eso es importante destacar las buenas prácticas que se están poniendo en marcha en el mundo para la reducción de los efectos del calentamiento global, las experiencias de desarrollo sostenible, de adaptación al cambio climático y a los riesgos que lleva asociados, para que puedan servir de ejemplo a seguir en aquellos países o regiones que no han dado importancia o se han tomado con relajación la cuestión de planificar el desarrollo futuro de sus territorios en un escenario de clima cambiante.

A nivel mundial se están llevando a cabo ya acciones concretas de adaptación al cambio climático y a los riesgos atmosféricos asociados. Más que programas nacionales o regionales de lucha contra el cambio climático que ocupan muchas páginas de buenas intenciones, interesa saber qué se está haciendo en las ciudades, en la escala más próxima al ciudadano. Y, en efecto, hay ejemplos de excelentes prácticas que ya están dando resultados. Es el caso de  Copenhague y su ley de tejados verdes aprobada  en 2010, que está cambiando la fisonomía aérea de la ciudad. En Nueva Orleans los planes urbanísticos desarrollados para la reconstrucción de la ciudad tras el desastre del huracán “Katrina”, ha impuesto un modelo de vivienda palafítica en los suburbios que rodean la ciudad tradicional; Hong Kong desarrolla un plan de parques eólicos marinos para abastecerse de energía limpia. Rotterdam ha diseñado un ambicioso plan de ordenación territorial para adaptarse a los efectos del cambio climático y junto a medidas estructurales –diques y esclusas en los canales- ha construido un  pabellón flotante municipal que sirve como centro de ocio y  congresos para la ciudad. En Helsinki y su área metropolitana las ordenanzas municipales obligan a construir sobre un zócalo de hormigón de un metro de altura las nuevas edificaciones próximas a la línea de costa, que pueden sufrir los efectos de la subida del nivel del mar. Y en Melbourne se desarrolla anualmente un festival anual dedicado a la vida sostenible donde se presentan propuestas para la adaptación frente al cambio climático. En todas estas ciudades se han firmado declaraciones de neutralidad en sus emisiones de carbono para 2020.

¿Por qué en España no se ha llevado a cabo nada de esto?, ¿tan difícil resulta poner de acuerdo a los políticos locales para poner en marcha medidas de sostenibilidad urbana y de adaptación al cambio climático?, ¿tan complicado resulta gobernar pensando en el bien común, desde la sostenibilidad, con visión de futuro? Teníamos un plan de ordenación territorial adaptado al cambio climático en la Bahía de Palma y la crisis económica y las disputas políticas se lo llevaron por delante hace unos años.

Recta final para confirmar que el calentamiento planetario sigue su curso y que cada vez queda menos tiempo para planificar con sensatez las actuaciones de adaptación. Ordenación racional del territorio y educación para el riesgo son claves en este proceso. De momento, escasa respuesta en España. Por cierto, el mencionado 5º Informe del IPCC debe acompañarse de informes de estado en cada uno de los países del mundo. En España estamos esperando, con enorme interés, la presentación de dicho informe. ¿Se ha redactado ya? ¿Va a incluir medidas efectivas de planificación económica y territorial teniendo en cuenta el cambio climático?… Lo veremos –o eso esperamos- en las próximas semanas.

Jorge Olcina

Catedrático de Análisis Geográfico Regional

Universidad de Alicante