La ciudad en bicicleta

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Eduardo Moratalla.- En octubre se celebró como cada año el día de la bicicleta en varias de las principales ciudades de España. Los cascos urbanos de ciudades como Madrid y Barcelona se vaciaron de coches para dejar paso a los alegres ciclistas, desde profesionales de las dos ruedas hasta familias enteras disfrutaron de la ciudad de una manera más sana.

Como de costumbre esta celebración abre un microdebate, que apenas dura un par de días, sobre los múltiples beneficios de potenciar el transporte en bicicleta en el interior de las grandes urbes. Los argumentos a favor son por todos conocidos: una población que se transporta en su bicicleta es menos sedentaria y por tanto más sana; las bicicletas son respetuosas con el medio ambiente lo que permitiría reducir drásticamente la contaminación en las ciudades; también la contaminación acústica se ve reducida, puesto que los motores de explosión dejan paso al sonido puntual y a veces estridente de las bocinas de las bicicletas. Por todo esto imaginar una ciudad plagada de bicicletas y con pocos coches, parece una imagen idílica de cómo nos gustaría que fuera nuestra urbes.

Si bien todos estos argumentos a favor de la bicicleta son ciertos, es necesario hacer un análisis un poco más en profundidad sobre las posibilidades reales de este medio de transporte y su eficacia. Para ello podemos tomar una de esas ciudades consideradas ejemplares en el uso de la bicicleta como es Amsterdam.

La capital de Holanda tiene una población de unos 750.000 habitantes y unas 800.000 bicicletas, más de una por persona. Además cuenta con una orografía absolutamente plana y un urbanismo que ha concedido a los carriles bici la mayor prioridad posible, llegando a tener en la capital más de 400km. Todo esto ha conseguido que el 37% de los desplazamientos urbanos se hagan sobre las dos ruedas. Por todo esto es una ciudad con un aire muy limpio. Pero a pesar de todo esto no consigue ser una ciudad muy amigable.

Caminar por Ámsterdam como peatón es una aventura. Los ciclistas llegan por todos los lados y la sensación de peligro es considerable, no en vano hay más de 16.000 hospitalizaciones por accidentes de bicicletas al año. Además el aumento constante en el número de bicicletas hace que en cada esquina de la ciudad, especialmente en las más céntricas, haya un caos de bicicletas aparcadas, muchas de ellas abandonadas, que afean la ciudad hasta extremos insospechados.

Seguramente sumando pros y contras, podemos decir que en los Países Bajos la bicicleta es una buena solución. Pero no es la panacea. Si pensamos en importar ese modelo, tendríamos que hacer un estudio de cada una de las ciudades. Del uso que se le va a poder dar a la bicicleta, de si la orografía y hábitos de vida permiten que su uso sea masivo. Se imaginan cruzar la Gran Vía de Madrid en pleno julio, entre el calor y la pendiente el SAMUR no tendría personal suficiente para atender los ataques al corazón.

Por tanto focalicemos el esfuerzo en que cada ciudad sea más habitable con modelos hechos a medida. En encontrar equilibrios de movilidad sostenible que fomenten el transporte público, desarrollen planes reales para fomentar el uso de las bicicletas y se controle el transporte privado. No centremos la mirada en una visión maniquea de una ciudad de bicis, sino en un plan real para una ciudad transitable, con menos contaminación y un equilibrio sostenible a medio plazo.

Eduardo Moratalla

@EduMoratalla