Transporte impúdico – Eduardo Moratalla

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La Comunidad de Madrid ha subido el coste del transporte público una media de un 11%. Una medida que desde la Administración Regional la consideran “necesaria” por razones de “equilibrio presupuestario” después de la reducción en un 25% de la aportación del Estado al Consorcio.

“Necesaria” es una extraña palabra para definir una subida de precios de este calado en un servicio tan importante. “Necesario” es para miles de madrileños diariamente el transporte público, por eso saben que la recaudación aumentará sin perder apenas cuota de viajeros. La gente seguirá teniendo que ir a trabajar, los que todavía tengan trabajo, a la consulta del médico, mientras que aguante la sanidad pública, e incluso a las escuelas y universidades, mientras las nuevas medidas anticrisis no consideren que sobran.

La falta de pudor al realizar este tipo de subidas de precio se convierte en ofensiva. Dos días antes de anunciar la medida la Presidenta de la Comunidad declaraba que el billete de metro no se iba a tocar. De ahí pasó a ser “necesaria”, pero da igual, porque saben que tendremos que pagarlo sin remedio si queremos seguir teniendo vida en Madrid.

El transporte público es la matriz de la que parten la mayoría de las actividades de cualquier persona, especialmente en las grandes ciudades. El metro y el autobús permiten que siga habiendo actividad evitando que las urbes se colapsen por los coches, y que la boina de polución no aumente hasta parecer un sombrero mejicano.

La movilidad sostenible, elemento de debate fundamental tiene que partir de un transporte público de calidad, eficiente y asequible. El metro y el autobús tienen  que convertirse en elementos disuasorios para que la gente no coja el transporte privado. Hay que cultivar la idea de que el transporte público es cómodo, ahorra tiempo, dinero y supone una apuesta por conservar un aire respirable.

Pero este tipo de políticas de subidas de precio con afán recaudatorio tienen dos efectos absolutamente negativos. Por un lado penalizan a las clases menos pudientes puesto que el transporte público es su única posibilidad para moverse y la subida de costes le rasca el bolsillo a los que ya lo tienen vacío. Por otro lado da argumentos a todos los que pueden permitirse el transporte privado para seguir usándolo.

Si se quiere mejorar el déficit del Metro se puede trabajar en medidas de eficiencia energética, de optimización de costes, en aumentar las posibilidades de patrocinio de toda la red de metro, etc. Pero una subida de precios de este calado es un ataque frontal a los usuarios de lo que tiene que ser el eje central de la movilidad en las grandes ciudades.

Pero no sólo eso, la actitud impúdica al comunicar las medidas hace que duelan más. Hace unos meses la población se reveló ante una campaña publicitaria en la que se comparaba el coste del billete de Metro de Madrid con el del resto de principales capitales europeas: Paris, Londres o Roma. Por supuesto el de Madrid resultaba el más barato. Publicidad engañosa, puesto que no aparecía en la comparativa los sueldos medios en cada uno de esos países, y los usuarios indignados se ocuparon de reflejarlo en cada uno de los carteles publicitarios. Ahora esta “necesaria” subida realizada por sorpresa de un día para otro, ni siquiera nos deja como los más baratos, y los sueldos siguen sin subir. Viendo todo esto no piensan que lo único “necesario” de verdad es tener un modelo de transporte sostenible que impida estos bandazos que al final siempre acaban pagando los mismos.

El Mundo Ecológico